jueves, 20 de agosto de 2009

El superhéroe burlón




MADRID.- Berlín volvió a enfrentar dos visiones opuestas del mundo. La guerra, en esta ocasión, se limitó a una competición de atletismo, a la oposición de dos estilos, maneras distintas de ver la vida. Y todo en unos pocos segundos. De un lado, la percepción estadounidense, encarnada en la figura de Tyson Gay; de otro, la jamaicana, liderada por Usain Bolt, el tirano amable. La distancia entre ambos puntos de vista se manifiesta en cada serie, en cada semifinal y en la carrera decisiva. Sin la presión de Gay, ausente por problemas físicos -según dice-, Bolt no perdió la motivación y de nuevo, como sucedió en los 100 m., le pegó un mordisco de 11 centésimas su otra plusmarca (19.19 con 0.3 de viento en contra), la de 200. Los 19.30 de Pekín son sólo un recuerdo, y los 19.32 de Michael Johnson en Atlanta, prehistoria.

"Creo que está muy cansado. Los 100 metros le han dejado muy fatigado", aventuró el 'expreso de Waco' horas antes de la carrera. "Cada vez que Bolt está en la pista puede haber un nuevo récord, pero creo que ahora es menos posible que hace unos días. Además, ha dicho que su entrenamiento para el 200 este año no ha sido tan bueno como para el 100". Ni falta le hace. "Yo creo que hará 19.28", apostó Shawn Crawford, campeón olímpico en Atenas y cuarto en Berlín. Ninguno ha comprendido aún la verdadera dimensión del hombre al que el mundo considera un extraterrestre pero cuyo éxito refleja virtudes del ser humano.

Tyson Gay nació un 9 de agosto de 1982 en Lexington, Kentucky, una ciudad que presume de haber ascendido hasta el décimo puesto del ranking en EEUU en cuanto a la cualificación de sus estudiantes. Su nivel de desempleo apenas alcanza el 5,4%, por debajo de la media del país, y su economía se mantiene entre las más estables gracias en buena parte a la tecnología. Nacido en una familia de atletas, sobre todo la parte femenina, Gay fue programado desde niño para competir, para compararse, para superarse, para derrotar a un rival, incluso a su hermana, en la infancia más rápida que él en los tacos de salida. Nunca le enseñaron a perder, sólo a temer la derrota. Quizá por eso, tras el golpe sufrido en los 100 m., decidió reservarse para los relevos y renunció a un nuevo cara a cara con Bolt.

Wallace Spearmon, medalla de bronce (19.85) llegó al mundo en la Nochebuena de 1984 en Chicago, Illinois, el cuarto centro de negocios del mundo. Su caso apenas difiere del de su compatriota Gay. Fue su padre, destacado velocista universitario, quien quiso hacer de su hijo un campeón mundial. Casi lo consigue, pero nunca contó con Bolt, ni con un panameño de madre jamaicana educado en Texas. Alonso Edward hizo historia para su país con unos espectaculares 19.81 -más de un segundo por debajo de su marca en 2008-, plata, a 62 centésimas del campeón. Igual que Shawn Crawford, campeón olímpico en Atenas, pero igual de serio y angustiado desde entonces. Todo porque sabe, igual que el resto, que en su país nadie valora una medalla de plata o de bronce, el esfuerzo sin resultados. Subir al podio en segundo o tercer lugar no deja de ser una derrota. En Berlín sólo pudo ser cuarto.

Usain Bolt nació un 9 de agosto de 1986, en Sherwood, un pueblo diminuto en el agrícola estado de Trelawny, al norte de una isla caribeña donde el tiempo transcurre mucho más despacio que en EEUU. De allí, curiosamente, sale el hombre más rápido del planeta. Sus padres nunca lograron grandes marcas en la Universidad, se conformaron con sacar adelante un supermercado para que Usain y sus hermanos (Sadeeki y Sherine) recibieran una educación apropiada. Nunca presionaron ni dirigieron la vida de Bolt hacia la alta competición. Todo sucedió de forma natural, pero es que aquel chico vago, quien reconoce su poca afición al sufrimiento, ya era campeón del mundo júnior de 200 m. con apenas 15 años.

Bolt nació para correr. A él no lo programaron. No fue hasta 2005, cuando cayó en manos de su técnico actual, Glen Miles, cuando comenzó a pagar en forma de sacrificio el precio del éxito. Por eso hoy disfruta del momento en lugar de sentirse presionado, agarrotado por el miedo al fracaso; por eso, sin intención de ofender, juega con sus rivales, porque al fin y al cabo, sólo las banderas y el dinero transforman el deporte en algo más que un juego; por eso se lleva al público de calle y no duda en citar -a su manera- a John F. Kennedy cuando escribe en su camiseta 'Ich bin ein berlino' (Yo también soy berlinés). Luego reparte besos por el estadio. ¿O no son besos sino el saludo rasta?

elmundo

Ha rebajado el record del mundo de los 200, lo deja en 19,19, enorme Bolt, enhorabuena

también tenemos un poco de la biografía interesante de los tres primeros




2 comentarios:

pro_magicalonso dijo...

Lo de Bolt es increible. Un abrazo

silvo dijo...

Además se deja llevar al final, siorprendente

Un fuerte abrazo y muchas gracias pro_mágica