Adrian Newey es sin duda el hombre más deseado por Ferrari. Pero quizá la llegada de James Allison a la jefatura técnica de Maranello haya mitigado lo que se había convertido en una obsesión en los últimos años para la Scuderia.
Nunca un ingeniero adquirió tanto protagonismo. Tanto, que comparte a ojos de todos los expertos parte del mérito que en cualquier otra escuadra y circunstancia se hubiera llevado un piloto de 26 años con cuatro títulos. Puede que sea injusto para Vettel, pero el alma de la remontada de Red Bull este año y los tres anteriores se sigue llamando Newey (1958, Stratford-upon-Avon).
Fernando Alonso, quien ha luchado a brazo partido por detener el vendaval puesto en marcha por el técnico inglés en las dos últimas temporadas, giró los focos sobre él en el Gran Premio de India de 2012. "Ahora ya no lucho contra Vettel, sino contra Newey". Ya no lo dice, porque sienta como un verdadero cañonazo en las altas instancias de la Scuderia. "Ha hecho varios coches legendarios, algunos con un dominio que será difícil ver de nuevo", reseña el asturiano para definirle.
La fórmula mágica
El aludido discrepa de esta idea de única dirección. "No, eso no es verdad. Es una combinación de coche, piloto y motor. Sólo si los tres factores operan juntos, se puede alcanzar el éxito", mantiene. En cuanto a los porcentajes de cada elemento no lo tiene demasiado claro: "Esa es una vieja e imperecedera cuestión, pero no es posible llegar a una conclusión definitiva en este cálculo. Necesitas un buen coche y un buen piloto. No ganas nada sin la combinación de ambos".
Newey logra su décimo título con tres escuderías diferentes. Es conocido su método de trabajo, el de diseñar ideas originales sobre papel con la única ayuda técnica de un lápiz. Un Leonardo de la aerodinámica.
Esos bocetos pasan luego a su inmenso equipo que en la factoría de Milton Keynes se extiende hasta las 90 personas. Ellos dan vida a cada elemento con los programas de diseño que acaban en una pieza de resina que se monta en la maqueta del túnel de viento. "Muy habitualmente se comprueba que obtienen alguna mejora", comenta Pedro de la Rosa, que trabajó con él en McLaren entre 2003 y 2006.
Pero no sólo es una cuestión de talento, sino de capacidad de trabajo que se suma a la intuición. Durante sus 25 años en la Fórmula 1, Newey lo ha visto todo. En 1988 entró en March, que luego sería Leyton House y un año después ya fue nombrado director técnico. Los malos resultados le llevaron a su primer y único despido a finales de 1990. Williams fue su siguiente destino, lugar en el que empezó a forjar su leyenda.
"Sigue siendo un aerodinamista puro. No le interesa ninguna otra parte del coche. Al resto de departamentos les dice: 'este es mi diseño y aquí tenéis que meterlo todo. No me importa cómo lo hagáis", cuenta De la Rosa. "Lo que también le define es su intuición. Él ve un coche completo y ya visualiza los flujos de aire por encima y por debajo. Luego se rodea muy bien y elige bien a los machacas, los ratoncitos de túnel del viento que son vitales en este negocio. Newey es muy inteligente en esto", dice.
Pedro lo tiene claro a la hora de considerarle vital para los éxitos de Red Bull: "Coincido en que es responsable, él y su equipo de colaboradores. De un 70% por un 30% del piloto, aunque este porcentaje es hoy igual en todos los equipos. Vettel ha estado magnífico en su trabajo y junto a Alonso, Kimi y Hamilton es uno de los que sobresale. No hay que quitarle ningún mérito", subraya el español.
Un reto desde cero
Tras seis títulos en equipos ilustres, como Williams y McLaren, Newey llegó a un punto de aburrimiento y decidió aceptar la oferta de Red Bull, que desembarcó como un equipo simpático al comprar Jaguar en 2004, para revelarse luego como una apuesta muy seria. "Claro, tuve suerte de tener mucho éxito en esas dos escuderías, pero sentía la necesidad de un nuevo reto. Mirar alrededor y pensar qué podría suponer un desafío fresco. Llegué a la conclusión de unirme a un equipo desde el principio. Era el reto que buscaba", comenta el británico.
Entonces, el dueño de Red Bull, Dietrich Mateschitz, aceptó todas sus condiciones que luego ha mejorado. Actualmente su contrato asciende a 12 millones de euros anuales, pese a que trabaja de lunes a jueves cuando se encuentra en la fábrica. Eso además de un bonus por su puesto final en el campeonato de Constructores. También son cuatro consecutivos.
Ferrari le ha puesto delante un cheque en blanco, pero no es una cuestión económica. Quiere estar cerca de sus carreras de clásicos GT, donde participa a bordo de un Ford GT40. Es su gran pasión, la de piloto aficionado que quiere emular a Chris Amon y Jackie Ickx con el coche con el que ganaron en Le Mans en la segunda mitad de los 60.
Su hijo, de 12 años, le ha acompañado este fin de semana en India. Instalado en la zona VIP del box de Red Bull, tomaba anotaciones en su tablet de todo lo que sucedía. Parece haber modernizado la técnica de la libreta de su padre, pero haber heredado la misma personalidad minuciosa.
Pedro cuenta algunas interioridades más que contrastan con la imagen más conocida del técnico de Red Bull. "Es el último en irse siempre de las fiestas. Tiene una vena hooligan nocturna poco conocida. Es muy divertido y demuestra que está sometido a tanta presión y trabaja tanto que cuando desconecta necesita hacerlo a conciencia. No va a muchas, pero cuando lo hace aprovecha todo lo que puede", recuerda. Merecido lo tiene.
Marca
Adrián es el artífice de este coche que supera en tanto a los demás, entre pilotos hay cuatro décimas máximo y este coche en pista es más de un segundo superior lo que demuestra que no es el piolto, aunque influyera, sino el coche, se merece el mérito que demuestra